EFE
Doménica Enríquez
23 de diciembre, 2020
Ajo de monte, agua de bejucos, matico, limón y otras hierbas de la medicina ancestral ecuatoriana han servido a varias comunidades indígenas de la Amazonía para encarar la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 en esta región selvática.
Castigada como el resto del país por la enfermedad, que ha afectado según datos del Ministerio de Salud a más de 3.200 miembros de los pueblos originarios en Ecuador, los líderes de la comunidad waorani han preferido sus conocimientos ancestrales a la opción de la medicina moderna y los hospitales.
“Tomábamos medicinas naturales, ancestrales, como agua hervida de limón y ajos del monte; cuando cogía fiebre fuerte (al paciente) se cobijaba todo y teníamos que evaporar agua, entonces ese mismo rato salía la fiebre”, contó a Efe Juan Enomenga, líder de la comunidad de Miwaguno, un pequeño poblado junto al parque nacional Yasuní, la principal reserva natural del país.
LA CORAZA ANCESTRAL
Ubicada en la provincia amazónica de Francisco de Orellana, en el este de Ecuador, allí incluso los ritos se han juntado a los saberes ancestrales para diseñar una coraza con la que aplacar la enfermedad.
No se pierde nada si se hace “lo que nuestros abuelos y madres” dicen que tenemos que hacer, añadió Enomenga que, como muchos líderes indígenas de Ecuador, confían su vida a esos saberes que han permanecido por siglos en la memoria colectiva.
Para ello también impiden el ingreso de extraños a su comunidad, a la vez que tratan de mantenerse de la venta de pequeñas artesanías en una pequeña cancha aledaña.
Collares, pulseras y todo tipo de adornos típicos para generar un pequeño ingreso con el que subsistir, mientras dan batalla a las petroleras en la zona que contaminan su entorno, y al nuevo virus.
La nacionalidad waorani es conocida a nivel internacional porque su líder, Nemonte Nemquino, ha recibido varios reconocimientos en los últimos meses, y en Orellana se compone de unas 3.700 personas.
Pero a lo largo de la Amazonía ecuatoriana, colindante con Colombia y Perú, son muchas las comunidades que se han inclinado por la tradición para combatir la covid.
Según el Ministerio de Salud Pública (MSP), que les ha ofrecido asistencia, en las zonas donde habitan los pueblos indígenas se han detectado más de 3.200 casos de contagio y 49 fallecidos en los casi diez meses de pandemia.
La ONU incluso ha advertido de la alta vulnerabilidad a la covid-19 de los pueblos indígenas, a la vez que sus dirigentes se han quejado de que la pérdida de los mayores puede suponer en muchos casos un duro golpe al saber ancestral, pues son ellos los que lo conservan.
EL PRIMER CONTAGIO
Migawuno fue el primer grupo waorani afectado y su primer caso de contagio lo certificó en junio pasado, cuatro meses después de que en el país -donde ya hay más de 206.000 casos de contagio y 13.949 fallecidos- se registrara el primer positivo.
“En las noticias veíamos casos que salían en Quito y Guayaquil; nosotros nos asustamos porque pensamos que si alguien se contagiaba iba a matar a toda la comunidad, que nadie se iba a salvar”, contó Enomenga al recordar los primeros momentos de la pandemia en su comunidad.
Este primer caso fue el de una mujer de 21 años que, en ese entonces, estaba embarazada y que, por esa condición, “no quería tomar nada”.
Al cabo de unos días la joven presentó algunos síntomas, aunque en el pueblo se creía que podía corresponder a una gripe común: Luego “le hicieron una (prueba) PCR y salió positivo. Desde ahí (entonces) nos enteramos que aquí ya estaban contagiados”.
Ante la falta de asistencia entonces de las autoridades y por las informaciones que circulaban sobre la pandemia en otras regiones del país, la comunidad decidió no dar aviso al hospital de una ciudad cercana.
“Si moríamos, moríamos aquí pero (estaba) prohibido ir a ingresar” al hospital, añadió el líder comunitario tras señalar que la mujer fue tratada con los métodos ancestrales de asistencia.
CUIDAR DE LOS ANCIANOS PIKENANI
La comunidad también decidió poner especial atención en la protección de los ancianos o “pikenani”, los más vulnerables, por lo que, hasta ahora, sólo recibe a los extraños en una pequeña cancha deportiva de cemento, donde exponen sus artesanías y productos con los que subsiste su gente.
Evitan así un mayor contacto con los abuelos la comunidad, los verdaderos jefes de familia y custodios de los saberes ancestrales que antiguamente también eran guerreros.
“Casi 15 personas nos contagiamos y fuimos tratados con medicinas naturales”, contó a Efe Pego Enomenga, que a sus 80 años ha sobrevivido a la covid-19 y quien, como los demás miembros de Miwaguno, es un hábil artesano en la confección de bodoqueras para la cacería en la selva.
Esta comunidad de waoranis asegura que sus tratamientos ancestrales es lo que ha permitido que en su grupo no se haya presentado ni un solo fallecido por el virus, pero se mantiene alerta ante un posible brote de la enfermedad que, según el líder de la comunidad, “está llegando”.
Doménica Enríquez