Vistazo
Ecuador
8 de agosto, 2021
María Belén Arroyo, Iván Izurieta Jiménez
La memoria indígena –con sus luces, conocimientos y pesadillas– atraviesa los sueños de los pueblos amazónicos. Antes de que los primeros casos con coronavirus alcanzaran a las comunidades originarias, los kukama comenzaron a tener los mismos angustiantes sueños que mortificaron a sus abuelos en los violentos años de la época del caucho en la Amazonía. Soñaban con el maisangara, como llaman al demonio que arrastra todos los males. Durante los primeros meses del 2020, los nietos y nietas contaban a sus abuelos, los más sabios de las comunidades, la pesadilla de la noche anterior; y ellos, lo interpretaban y compartían los significados de estos malos sueños. Otra desgracia estaba por venir.
Entre 1890 y 1924 se produjo uno de los hechos más trágicos contra los pueblos amazónicos: miles de indígenas fueron esclavizados y desplazados de manera forzosa, hacia campamentos dedicados a la extracción del caucho: una goma silvestre que por aquellos años –como sucede ahora con otros recursos naturales– era una materia prima altamente cotizada y demandada por el mercado internacional. Los informes que elaboraron los peruanos Carlos Valcárcel, Rómulo Paredes y el británico Roger Casement denuncian con detalles los asesinatos y los instrumentos de tortura que se implementaron en los centros de explotación de caucho: solo en la zona del Putumayo, entre Perú y Colombia, estiman que la población indígena se redujo en 10 años de 40.000 personas a 10.000.
Desde el corazón de las comunidades –como parte de esta serie periodística coordinada por OjoPúblico– un equipo de 15 periodistas y 7 artistas indígenas de Brasil, Perú, Colombia y Ecuador, se propuso recoger los testimonios y representar estos sueños y visiones en pinturas, máscaras y cerámicas. El registro busca crear una exposición colectiva sobre el impacto de la pandemia en la cosmovisión y prácticas comunitarias de los pueblos amazónicos desde la intimidad y subjetividad del arte. “Visiones del coronavirus” es una serie que recoge un fragmento de la memoria indígena durante los primeros 15 meses de la pandemia.
EL ÚLTIMO ADIÓS DE LOS SABIOS INDÍGENAS SIEKOPAI
Ecuador fue uno de los países más afectados por la pandemia. Las comunidades se aislaron pero el virus los alcanzó y a la nación siekopai les arrebató a los más sabios de una comunidad. Los sueños y las visiones les anunciaron que algo malo llegaría a estas tierras ubicadas en la frontera con Perú, pero que ellos resistirían. El artista indígena Wilfrido Lusitande Piaguaje, heredero de una larga tradición de pintores de este pueblo, expresa con su arte esta batalla, y cómo la sabiduría de las plantas los ayuda a enfrentar la pandemia que hasta julio de 2021 ha ocasionado por lo menos la muerte de 30.770 personas en este país, según cifras oficiales.
El nuevo virus desoló familias completas en todo el mundo, y en los pueblos indígenas, además, amenazó el conocimiento tradicional transmitido por los más ancianos, los sabios. En la Amazonía de Ecuador, tan solo al inicio de la pandemia dos ancianos del pueblo siekopai murieron víctimas de la nueva enfermedad: don Enrique Piaguaje y Belisario Payaguage. El primero fue como un médico para la comunidad por su enorme sabiduría sobre las plantas y el segundo, el último conocedor de la construcción de casas tradicionales, llamadas malocas. Ambos murieron en la comunidad Bellavista, ubicada en Sucumbíos. Ellos tenían entre 65 y 70 años de edad.
Cuando el tercer enfermo, el profesor Eduardo Payaguage, empezó a tener dificultad para respirar, decidieron enviarlo al hospital. Ahí permaneció 20 días, pero no resistió. “Cuando volvió a la comunidad en una caja nos impactamos. Yo me indigné. Dije que no quiero saber nada del sistema de salud. Solo nos daban paracetamol”, nos dice Justino Piaguage, quien en ese momento era el presidente de la nacionalidad y hoy es dirigente del territorio. La cuarta víctima sería una tía de Justino. Ya estaba enferma, pero él no sabe con exactitud si fue solo el virus o si este agravó su condición.
Con menos de 740 habitantes, este pueblo indígena, conocido también como los siekopai, fue la primera nacionalidad amazónica a donde llegó el coronavirus en Ecuador. Era la segunda semana de abril del 2020.
Al inicio de la pandemia, los siekopai decidieron enviar a un grupo de familias a un lugar sagrado en la Amazonía, llamado Lagartococha o Pëkëiya, un viaje de cinco días en canoa por el cauce del río Aguarico. “Enviamos esas personas porque si algo nos pasaba, la semilla debía quedar. Cinco familias se quedaron allá en ese lugar”, relata Justino Piaguage.
Cuando los primeros casos de la nueva enfermedad llegaron, la comunidad implementó sus propias medidas de seguridad. “Nos encerramos y comenzamos a estudiar el virus con la sabiduría de los abuelos. Yo lideré con los compañeros que saben de las plantas”, dice Justino. Luego fuimos encontrando la fórmula, sacamos las bebidas con tres plantas. Después comenzamos a agregar más.
Algunas son conocidas como el jengibre, el ajo del monte, que en nuestro idioma es el umucó, el nuní, el amupajuró”. Este extracto de plantas fue su refugio contra el coronavirus en medio de un contexto desolador en Ecuador, cuando las personas comenzaron a morir en las calles ante el colapso de los hospitales. Ante el abandono del Estado ellos confiaron en sus conocimientos sobre las hojas y raíces.
Los inicios de la pandemia fueron tiempos marcados por el miedo y la incertidumbre. “En la comunidad cuando una persona se contagiaba, se quedaba en su casa, pero eso iba a ser conflictivo porque esa persona se iba a morir de tristeza. Cuando logramos descifrar nuestra medicina, ya tomábamos nuestra propia medicina”, relata Justino. Él cree haber sido uno de los primeros contagiados en la comunidad San Pablo de Katëtsiaya, una de las seis que conforman la nacionalidad siekopai en territorio ecuatoriano.
Un día alguien soñó que la comunidad se incendiaba. Pero una capa de protección cubría el territorio, “y luego los rayos del fuego ya no caían sobre nuestra comunidad”, recuerda y dice que el significado era que “primero vamos a sufrir y luego vamos a tener protección”. Se refugiaron en las siete plantas tradicionales y las usaron como escudo protector. También usaron un polvo de hojas machacadas que aplican en las narices de las personas.
La vastedad de estas plantas y el papel de los sabios siekopais quedaron reflejadas en la pintura que el artista Wilfrido Lusitande Piaguaje elaboró para esta serie periodística “Visiones del coronavirus”. El pintor tiene 36 años y vive en la comunidad San Pablo de Katëtsiaya, a orillas del río Aguarico, con su esposa Johana y sus dos hijas. OjoPúblico lo entrevistó en su comunidad y lo acompañó a esbozar la pieza que acompaña este reportaje.
LA MASCARILLA DE LA SELVA
En 2000, Naciones Unidas organizó un concurso de pinturas para determinar qué obra reflejaba el planeta en el cambio de milenio. El siekopai Ramón Piaguaje ganó el primer lugar, entre 22 mil participantes de 51 países, con “Amazonía Eterna”. Desde entonces Piaguaje, que domina los formatos grandes con una visión hiperrealista y es autodidacta, es una celebridad.La nacionalidad siekopai tiene tres pintores de esta escuela, cuyo referente es el trabajo pionero de Ramón. Todos están emparentados con él.
Wilfrido Lusitande Piaguaje dibuja desde niño. “Cuando iba a bañarme en la playa del río, dibujaba el pájaro tucán en la tierra. Un día hubo un curso para la gente de aquí, en ese taller en una maloca (casa) había gente mayor, incluso mi papá dibujaba un muñeco, era el espíritu de Yoko, un bejuco que se prepara y se toma de madrugada. Yo estaba en la escuela y en esos tiempos veía la obra de Ramón Piaguaje, que tuvo un premio mundial. Yo quería tener un cuadro igualito. Desde ahí me viene la idea de cómo pintar”, nos cuenta. La pintura como reflejo de la cosmovisión indígena en los siekopais.
El artista encontró su voz pictórica de manera autodidacta. Dice que la fuente de inspiración tiene un secreto. “Cuando estoy pintando me siento como que estuviera dentro de la selva, como que estuviera parado dentro de los árboles, estoy concentrado, pensando cómo alcanzo a ver, desde dónde nace la plantita, cómo va creciendo, cómo va criando, como debajo están las hojas, me viene a la mente. Los sonidos, los grillos, los pájaros, entonces viene la idea de hacer lo que está sonando, un pájaro canta por ahí, lo pongo en el cuadro”.
El nuevo coronavirus y sus amenazas quebraron la tranquilidad de las comunidades amazónicas. Para este proyecto artístico, Wilfrido compartió su visión propia de las plantas, que son –nos cuenta– como una mascarilla protectora y natural. En la imagen, el sabio curador lleva la vestimenta ritual de los hombres de colores (como se llaman los siekopai). En su cabeza tiene la corona adornada con dibujos inspirados bajo el efecto del yagé (ayahuasca), sus adornos son dientes de tigre y collares de semillas. Al centro, en una olla se cuece algún jugo de plantas. Frente a él, una persona está sentada sobre la hierba y asiste en silencio a lo que parece una ceremonia religiosa.
“Es el efecto de la medicina de las plantas y el ritual espiritual”, explica Manuel Pallares, biólogo, miembro de la fundación Raíz-Caemba, que investiga y trabaja con esta comunidad desde hace más de 20 años. Para el experto, la pintura de Wilfrido Lusitande Piaguaje, expone la confianza en la medicina tradicional. “Cuando el virus llegó a territorios indígenas no estábamos preparados. Confiábamos en que estaba lejos, en otro país, en otra ciudad, no estuvimos preparados para enfrentar este enemigo invisible”, cuenta Wilfrido.
SEPARADOS POR LA GUERRA, UNIDOS EN LA LAGUNA SAGRADA
El pueblo sekopay pertenece al grupo de los tucano occidentales. Cuando los misioneros jesuitas llegaron a la Amazonía los llamaban Los Encabellados, por el cuidado que daban a sus largas cabelleras, explica Manuel Pallare. Habitaban entre los ríos Napo y Putumayo, en la frontera con Perú y Colombia, y durante la colonia su población alcanzaba los 16 mil pobladores. Pero en el siglo XVI las nuevas enfermedades introducidas por los europeos durante la conquista los diezmaron. Las familias se agrupaban en distintos clanes, que luego fueron nombrados como Piaguaje, Piaguage, Payaguaje y otros. Hubo un momento en el que los grupos que quedaban confluyeron a orillas del río limítrofe Siekopae, del cual tomaron el nombre: “gente de colores”.
A inicios del siglo XX, fueron esclavizados por colonos y migrantes. La historia de aquellos años recuerda que Alejandro Payaguaje tuvo un conflicto con el patrón y que, luego, cuatro familias huyeron a las quebradas por temor a las represalias. “Pasaron Lagartococha (límite entre Ecuador y Perú), encontraron una embarcación abandonada y la usaron para internarse en el Cuyabeno, donde se encontraron con familias Sionas, con las cuales comparten el mismo idioma”, cuenta el biólogo Manuel Pallare.
Este grupo, del que ahora desciende Wilfrido Lusitande Piaguaje, transitaba entre los tres países Amazónicos y se instaló en Ecuador unos meses antes de la guerra de 1941. Después de eso, solo podían cruzar la frontera escondidos. Pallare explica que solo luego del acuerdo de paz de 1998 entre Ecuador y Perú se pudo organizar el primer reencuentro entre las familias indígenas que habían quedado separadas por la guerra.
El investigador, que conoce bien la historia de los siekopai, dice que entre 1941 y 1999 hubo encuentros esporádicos de personas que bordeaban los destacamentos militares para poder verse. “Cuando organizamos el primer encuentro siekopai Ecuador-Perú vimos a un señor que se encontró con una señora, ambos se habían gustado cuando eran jovencitos, los dos estaban vivos, cuando se encontraron ya tenían mucho más de 70 años, se reunieron y se quedaron juntos”, relata.
Los siekopai fueron los primeros indígenas de Ecuador en contagiarse. Un grupo de turistas llegó hasta Cuyabeno y en él se encontraba un pasajero de origen holandés con la nueva enfermedad. Este fue uno de los primeros casos reportados en Ecuador de un paciente con Covid-19. Ante el abandono del Estado, los cientos de fallecidos que fueron apareciendo en las calles y hospitales, la comunidad de Wilfrido Lusitande Piaguaje, como todos los demás siekopai, se refugiaron en las plantas.
El actual presidente de la nacionalidad siekopai, Elias Piyahuaje, dirigió una carta el 20 de marzo a uno de los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta presidencial en Ecuador. En esta denuncia que su pueblo vive en la pobreza extrema y reclama el reconocimiento de su derecho ancestral a los territorios de Lagartococha.
De esas tierras sagradas fueron desplazados durante la guerra con Perú, y ellos lo identifican como el lugar de origen de su pueblo, la cuna de los bebedores de yagé y el lugar donde se conectan con los espíritus del agua. Wilfrido Lusitande Piaguaje expresa con su arte la esperanza y sabiduría de las plantas durante la pandemia que, hasta julio de 2021, ha ocasionado por lo menos la muerte de 30.770 personas en Ecuador, según cifras oficiales.