Sápara, la comunidad amazónica que globaliza su lucha contra las petroleras

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El pueblo Sápara de Ecuador ha dado a conocer internacionalmente su lucha contra los intereses petroleros chinos y nacionales, y ha ganado partidarios en todo el mundo

 

Manari Ushigua, líder del pueblo Sápara, comunidad indígena originaria de la Amazonía ecuatoriana, en una conferencia en Gdansk, Polonia, en 2019 (Imagen: Wojciech Strozyk / Alamy).

Diálogo Chino

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Un pueblo que desaparece

Los Sápara son un pueblo indígena originario de la Amazonía que solía ocupar unos 12 millones de hectáreas de selva tropical en Ecuador y Perú. En la actualidad, los menos de 600 Sápara que quedan viven en unas 360 mil hectáreas de la Amazonía ecuatoriana.

En noviembre de 2011, luego de estos sueños, el Ministerio de Recursos Naturales No Renovables presentó un nuevo catastro con 21 bloques en una superficie de 3,6 millones de hectáreas en la Amazonía ecuatoriana. Esto constituyó la base para la subasta petrolera de la Décimo Primera Ronda Petrolera o Ronda Sur Oriente, una serie de licitaciones para la exploración petrolera lanzadas por el gobierno al año siguiente.

En 2014, la Secretaria de Hidrocarburos del Ecuador anunció la adjudicación de los bloques 79 y 83 a Andes Petroleum, un consorcio formado por China National Petroleum Company y Sinopec, dos empresas petroleras estatales chinas. Los contratos se firmaron en 2016. Ambos bloques se solapan con tierras ocupadas por comunidades Sápara, y potencialmente afectarían a casi 190.000 hectáreas de sus tierras, equivalentes al 52% de su territorio.

Un libro de 2016 sobre las luchas de los Sápara detalla cómo su pueblo llegó a ocupar 12 millones de hectáreas en toda la selva amazónica y 4,7 millones de hectáreas en la Amazonía ecuatoriana, una superficie equivalente al estado brasileño de Río de Janeiro. En la actualidad, los Sápara viven en unas 360 mil hectáreas de la Amazonía ecuatoriana. Es decir, en el 7% de lo que alguna vez tuvieron.

Así como su territorio, su población también se redujo. En el siglo XIX se estimaba que vivían alrededor de 20 mil sápara-parlantes. En la actualidad, de los menos de 600 Sápara que quedan, menos de 10 hablan la lengua ancestral.

Con una población evidentemente diezmada y con riesgo de desaparecer, las tradiciones orales y manifestaciones culturales Sápara fueron reconocidas por la Unesco en 2001 como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, una designación destinada a proteger el patrimonio de valor universal excepcional. En este reconocimiento están incluidos los sueños Sápara, que los guían en sus decisiones y los previenen de los peligros para su existencia.

En medio de estos peligros, los Sápara se han mostrado decididos a compartir sus historias con el público mundial. En defensa de su territorio frente a la extracción de petróleo y frente a los nuevos retos relacionados con las energías renovables, sus comunidades han puesto en marcha una serie de campañas y proyectos para dar a conocer sus luchas, promover su cultura y salvarla de la desaparición.

No a la extracción

Los líderes Sápara empezaron a expresar su oposición a las actividades petroleras antes de la apertura de la subasta petrolera de la Décimo Primera Ronda, y poco después se encontraron con un territorio hostil. A principios de 2013, el hijo de 13 años de Alcides Ushigua, en aquel momento presidente de la nación Sápara, fue asesinado una semana después de que el pueblo Sápara recibiera amenazas por oponerse a la extracción en una asamblea local. Incluso el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, despreció su causa llamando en la televisión nacional “ecologistas infantiles” a quienes se oponían a la extracción de petróleo en la Amazonía.

Desde entonces, los Sápara han liderado campañas nacionales e internacionales para concientizar sobre los planes de perforación petrolífera y sus llamamientos a abandonarlos. Líderes como Manari Ushigua han llevado su mensaje a eventos como la Marcha del Clima de los Pueblos en Nueva York en 2014, e Indigenous Rising en Washington en 2017, donde se reunió con el actor Leonardo Di Caprio.

 

Manari Ushigua en una conferencia
Manari Ushigua, líder del pueblo indígena Sápara, habla ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington DC en octubre de 2014 (Imagen: CIDH / FlickrCC BY 2.0)

 

“Cuando Andes Petroleum empezó a molestar, nos paramos fuerte. Mi tío (Manari) viajó a otros países y nosotros desde el territorio mandamos el mensaje”, cuenta la lideresa Auneka Ushigua a Diálogo Chino. 

Tras la experiencia del norte de la Amazonía ecuatoriana, que sufrió los impactos de Chevron-Texaco y otras empresas petroleras, los Sápara se negaron a repetir esta historia. “En el norte hay compañías que están sacando todos los pozos, pero no existen beneficios para las comunidades”, explica Manari.

Los Sápara también denunciaron la ausencia de consulta previa, lo que causó divisiones en el territorio. Un representante Sápara que firmó un acuerdo con el Estado y el consorcio chino durante las negociaciones fue calificado por Manari de “ilegítimo” y “aliado del gobierno”.

Cuando Andes Petroleum empezó a molestar, nos paramos fuerte

Tras varios años de presión y resistencia sostenidas, los esfuerzos de los Sápara tuvieron éxito. En 2019, Andes Petroleum pidió al Estado ecuatoriano que declarara una fuerza mayor que le permitiera retirarse del proyecto en el bloque 79, debido a la oposición de la comunidad. No se emitió ninguna decisión en relación con el bloque 83. Los contratos se suspendieron en 2019, y la empresa sigue sin tener presencia en el territorio.

Mario Melo, abogado de la Fundación Pachamama y decano de la facultad de Jurisprudencia de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, explicó que esta suspensión es, sin embargo, “una medida temporal”, ya que los contratos siguen vigentes, pero no se están ejecutando. Los Sáparas han insistido en la anulación de estos contratos, pero esto no se ha dado.

La pesadilla de la balsa

Manari recuerda que en 2019 llegó otra visión. “Venía algo muy fuerte, pero no iba a funcionar”, dice. A medida que aumentan los esfuerzos mundiales para cumplir con los objetivos de energía renovable, ha habido un aumento en la demanda de balsa ecuatoriana, una madera ligera utilizada para producir las aspas de los aerogeneradores que producen energía con el viento. La demanda más notable procede de China, el país con mayor capacidad eólica instalada y sede de varias empresas que figuran entre los productores y exportadores de equipos eólicos más importantes del mundo.

Ecuador es el mayor productor mundial de madera de balsa, pero el crecimiento de la demanda ha dado lugar a un aumento de la extracción ilegal por parte de grupos locales alentados por un mercado lucrativo en expansión. Según datos proporcionados a Diálogo Chino por la Unidad Nacional de Policía de Protección Ambiental, en 2020 se decomisaron 6.845 metros cúbicos de balsa. Esto representó un incremento del 81% respecto a la cifra registrada en 2019. En 2020, El Pastaza, la provincia amazónica en la que se encuentran las tierras Sápara, fue la tercera provincia del país donde más madera balsa se retuvo.

Auneka Ushigua recuerda que en esa época la comunidad de Llanchamacocha se organizó contra la extracción. Y crearon el grupo de guardianes Kaunu (palabra Sápara que significa “serpientes”), quienes vigilaban los ingresos a la zona.

Ushigua también formó el colectivo de mujeres Sápara Yarishaya Itiumu (Mujeres en flor) para promover el empoderamiento femenino y destacar su rol en la defensa de los pueblos y nacionalidades. “Como mujeres desde el territorio no vamos a permitir que nos hagan daño”, dice. El grupo se creó en respuesta a sus experiencias previas con intentos de llevar a cabo actividades extractivas en el territorio, y busca promover opciones económicas alternativas a la extracción de petróleo o madera.

Junto con otras campañas lanzadas para mostrar lo que estaba ocurriendo en Llanchamacocha, estos esfuerzos contribuyeron a disuadir a los madereros y empresas ilegales de madera de balsa de entrar en la comunidad a finales de 2020. Sin embargo, Manari afirmó que seguía encontrando indicios de extracción, incluidos 5 mil árboles de balsa talados río arriba.

Como mujeres desde el territorio no vamos a permitir que nos hagan daño

Sin embargo, Christian Riofrio, director ejecutivo de la Asociación Ecuatoriana de la Industria Forestal y de la Madera (AIMA), declaró a Diálogo Chino que “no hay cosa más falsa” que las acusaciones de que las empresas balseras ingresaron a la Amazonía en 2019 y 2020 y causaron deforestación. “No se entraba al bosque, sino que se extraía [madera] de donde ya hubo algún evento disruptivo”.

El sector formal de la balsa vivió un ‘boom’ de exportación en el 2020. Según datos proporcionados por AIMA, se generaron USD 570 millones. “Queremos reivindicar este material, que es el más sostenible para los aerogeneradores”, puntualiza Riofrío.

Más allá de su ciclo de vida y las condiciones en las que crece, este árbol tiene un significado especial para los Sápara. “La balsa es para nosotros una medicina”, cuenta Auneka. Según sus creencias, estos árboles equilibran la vida en el bosque. Si se los tala, se genera un impacto en las personas, la fauna y el ecosistema.

Turismo positivo en territorio Sápara

Mientras las visiones alertaban a los Sápara sobre la llegada de estas amenazas, también les reflejaban el camino hacia una alternativa para luchar contra estas actividades.

Es así que en 2011 nació Naku, un centro de ecoturismo de propiedad y gestión comunitaria que pretende promover y preservar la cultura Sápara. La idea de este proyecto, cuenta Manari Ushigua, justamente llegó en un sueño. Las comunidades lo tomaron como un llamado de los espíritus para compartir su sabiduría con el mundo, mientras su hogar estaba en riesgo por las empresas petroleras.

Naku, que significa “selva” en la lengua Sápara, se enfoca en el turismo espiritual. Desde que los visitantes abordan la avioneta, que es la única forma de llegar a territorio Sápara, emprenden el viaje de “transformación y curación”. Se hospedan en las cabañas de la comunidad y conocen de cerca su cosmovisión. Los ingresos de esta actividad van a un fondo común para financiar su educación y salud.

En 2013 empezaron a recibir oficialmente a turistas. Uno de los eventos más importantes fue la llegada del actor estadounidense Channing Tatum. Fascinado por la vivencia tras su visita en 2014, decidió contribuir con el proyecto. Manari viajó con Tatum a Los Ángeles para recaudar fondos. Así construyeron el centro de sanación y otras áreas de Naku para recibir a los visitantes, y seguir con el sueño de promover un turismo espiritual.

Sueños virtuales

Con la llegada de la pandemia, los sueños se trasladaron al mundo virtual. Naku se convirtió en un espacio de contención y de intercambio de experiencias, que continúa funcionando.

Con su cara pintada, su penacho de colores y su vestimenta tradicional, Manari se coloca frente a su computadora para dirigir sus ceremonias virtuales. Del otro lado, lo observan cientos de personas, conectadas desde más de 30 países.

Cuando entras en el mundo de los sueños, ves que todas las cosas que haces o dices tienen un impacto

Desde que se inició la pandemia, este líder Sápara ha llegado a más de 900 alumnos a través del Mundo de los Sueños, una plataforma en línea que ofrece cursos basados en las prácticas de ensoñación Sápara. Durante cuatro semanas, los asistentes aprenden a descifrar el significado de lo que observan mientras duermen, a distinguir las diferentes clases de sueños y a recordar lo que vieron.

“Cuando entras en ese mundo, ves que todas las cosas que haces o dices tienen un impacto”, dice Manari. Por eso, dar a conocer el mundo espiritual o “Makihaunu” ha sido una de las muestras más grandes de su nueva visión.

En su cuenta de Instagram realiza transmisiones en vivo y ceremonias desde la selva para sus más de 49 mil seguidores. El programa continúa creciendo y ahora se ofrecen cursos de un año. Mientras tanto, el proyecto Naku se constituye como un modelo económico de las comunidades para no depender del extractivismo.

Más proyectos

Siguiendo su idea de compartir su cultura al mundo, las comunidades están trabajando en el proyecto Shimaka (que significa “sabiduría viviente”). La propuesta consiste en crear una malla curricular para difundir su conocimiento en colegios y universidades de otros países. Este programa se va a presentar en 2023 en Quito, Nueva York y Roma.

Los jóvenes Sápara también tienen un rol activo en la difusión de su cultura. Sani Montahuano, de 25 años, es la cofundadora de Tawna, “cine desde y para el territorio”. Este proyecto nació en el sueño de su hermano Yanda.

“Otras personas venían a grabarnos y todo ese material se lo llevaban y jamás lo veíamos”, cuenta Montahuano a Diálogo Chino. Los hermanos realizan documentales, videos y fotografías que muestran la resistencia y los procesos de lucha. Cada estreno se lleva a cabo en sus territorios.

Montahuano se esfuerza por aprender su lengua. Sus abuelos la hablaban, pero su madre ya no. Ahora trata de hacerlo a través de las canciones. “Es muy importante volver a eso y enseñar a los que no saben, para que nos ayuden a defender la tierra”, dijo la joven.

“Tomamos la decisión de compartir este conocimiento porque el mundo Sápara estaba en riesgo de desaparecer. Si alguien más aprende nuestra sabiduría, nuestra raíz será más fuerte”, confía Manari, que sueña con una Amazonía sin deforestación ni extracción petrolera.

Tomado de: https://dialogochino.net/es/sin-categorizar/62348-sapara-la-comunidad-amazonica-que-globaliza-su-lucha-contra-las-grandes-petroleras/