Informe de Greenpeace revela que durante el 2021 casi la mitad de la deforestación del Norte Argentino se produjo en Santiago del Estero, y más del 80 por ciento fue ilegal. En Chaco las topadoras arrasaron 18 mil hectáreas, a pesar de que los desmontes están suspendidos por la justicia provincial. La organización ecologista volvió a reclamar la penalización de la destrucción de bosques. / Foto: Whitley Award 2022
El Desconcierto
21 de febrero, 2023
Geraldine Santos
El informe MapBiomas analiza los mapas anuales de uso y cobertura del suelo de los diversos biomas que comparten características en flora y fauna, de América Latina e Indonesia. Brasil es el país con mayor cantidad de hectáreas deforestadas para la agricultura y pastizales. El estudio analiza cuatro biomas de este territorio: Amazonía, Bosque Atlántico, La Pampa y El Cerrado. Los expertos señalan que la forma más eficiente de conservar los bosques es declararlos área de protección y asegurar las tierras indígenas, pues está demostrado que cuidan el territorio eficientemente.
En dos décadas, del 2000 al 2019, los cinco principales biomas de América del Sur perdieron 55 millones de hectáreas de bosque que ha sido reemplazado, principalmente, por mayores extensiones destinadas a la agricultura y pastizales para la ganadería, según revela el informe de MapBiomas —una iniciativa de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG)—.
Esta pérdida de bosque generó la emisión de 21.4 gigatoneladas de dióxido de carbono, influyendo en el incremento de los gases de efecto invernadero (GEI), una de las principales causas del calentamiento global.
Mapa: Land use change on threatened biomes in South America and Indonesia, MapBiomas.00El estudio, publicado por la plataforma MapBiomas en octubre 2022, analizó la cobertura y uso de suelo de los biomas de Amazonía, Chaco, Pampa, Bosque Atlántico y Cerrado localizados en territorios de Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana, Surinam, Guayana Francesa, Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay y Bolivia.
Los biomas deben ser vistos como “unidades de paisajes que comparten características similares en clima, flora y fauna” y no están determinados por fronteras políticas como los países, sino por regiones biogeográficas; son considerados pilares para el equilibrio de los ecosistemas, explica Juan Carlos Amilibia, integrante del equipo de Amazonía de la ONG Provita de Venezuela.
Ebetogué es una pequeña comunidad indígena del pueblo ayoreo, del Chaco paraguayo, que como casi todas las comunidades de la zona está rodeada de grandes extensiones de plantaciones. Muchas de ellos pertenecen a las cooperativas menonitas. Foto: Mario Silvero.
El informe fue presentado durante la Conferencia 27 de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) de 2022, realizada en Egipto entre el 6 y el 18 de noviembre, con la finalidad de señalar cuánta vegetación natural se ha perdido y qué significa esto en términos de gases de efecto invernadero para el cambio climático, explica a Mongabay Latam, Julia Zanin Shimbo, coordinadora científica de la iniciativa MapBiomas.
“Este documento fue para decir: ‘mira, tenemos distintos biomas en diferentes regiones. Todos han pasado por una gran pérdida de vegetación natural y ahora nosotros tenemos que hacer algo para revertir ese escenario’. El informe también sirve para saber cuánta de la vegetación natural no está protegida aún”, dice Zanin Shimbo.
Para determinar la cobertura y uso de la tierra, 140 científicos de 70 organizaciones de diez países, agrupadas en la red MapBiomas, analizaron las imágenes del satélite Landsat. Examinaron manualmente uno a uno los píxeles de cada imagen para determinar si en su interior había agricultura, pastizales, agua, bosque, formaciones no naturales o zonas inundables. Luego, la información fue procesada por algoritmos de aprendizaje automático de la plataforma Google Earth Engine.
Finalmente, todo esto se juntó en un único mapa que determinó la pérdida de 55 millones de hectáreas de vegetación natural en América del Sur en dos décadas. Zanin explica que publicaron el cálculo en 20 años porque los cinco biomas poseen información para ese mismo periodo de tiempo, pese a que algunos, como la Amazonía, cuentan con un histórico más amplio pues posee datos desde hace 36 años atrás.
La deforestación, el tráfico de fauna silvestre la explotación ilegal de oro en ríos de la Amazonía por empresas chinas y el inicio de proyectos en áreas protegidas y territorios indígenas marcaron el año que termina. Foto: Miriam Jemio.
La mayor pérdida en la Amazonía
Los cinco biomas estudiados en el informe representan el 73 % del territorio de América del Sur. Es decir, se analizaron los datos de cobertura y uso de suelo de 474 millones de hectáreas que involucran a 13 de los 14 países en esta parte del continente americano, con excepción de Chile. Julia Zanin Shimbo precisa que aún no se cuenta con un estudio que abarque a todas las naciones de América del Sur porque se trabajó con los datos que estaban disponibles hasta el 2021. Sin embargo, adelantó que en la próxima entrega de la serie de MapBiomas se presentará un informe detallado de toda la región sudamericana.
Mapa: Land use change on threatened biomes in South America and Indonesia, MapBiomas.
Según el análisis, Amazonía —el bosque tropical más grande del mundo, con más de 700 millones de hectáreas y con una de las más grandes diversidades en flora y fauna en el planeta— ha perdido 21.79 millones de hectáreas de bosque en 20 años y un 9.6 % si se comparan las imágenes satelitales de 2020 con las de 1985. La cifra es mayor a la pérdida que vivió ese territorio durante los siglos de colonialismo europeo, cuando perdió aproximadamente el 8 %.
Durante esos 36 años se generó el 27.4 % de dióxido de carbono emitido a la atmósfera, un grave peligro mundial al ser la Amazonía uno de los principales “reguladores climáticos del mundo”. Además, el informe destaca que el principal problema en los nueve países que conforman esta región es el incremento de áreas agrícolas.
Los demás biomas también importan
Si bien la región amazónica tiene la pérdida en hectáreas más grande en comparación con los otros biomas estudiados, aún conserva más del 80 % de su vegetación natural. En cambio, El Cerrado —sabana tropical de 191 millones de hectáreas, ubicada en territorios de Bolivia, Paraguay y, principalmente Brasil, en donde ocupa el 22 % del territorio— ha perdido el 21 % de su bosque natural en 36 años, desde 1985 hasta el 2021. En cifras, esto representa 27.9 millones de hectáreas.
“Creemos que la deforestación en la Amazonía afecta al cambio climático, pero también los otros biomas tienen un gran impacto. La depredación de El Cerrado, principalmente por el monocultivo de la soya, ha transformado las condiciones climáticas de Brasil”, explica la científica Zanin, quien participó en el análisis por parte del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonia (IPAM, por sus siglas en portugués).
Mapa: Land use change on threatened biomes in South America and Indonesia, MapBiomas.
La pérdida de bosque también es considerable en El Chaco. Ahí se han perdido 9.5 millones de hectáreas en tan solo 21 años, entre el 2000 y el 2021. El cambio de uso de suelo en este bioma se dio principalmente de bosque a pastizales y agricultura.
El Gran Chaco, como también es conocido, es el bosque seco tropical más grande del mundo al ocupar 110 millones de hectáreas en Argentina, Paraguay, Brasil y Bolivia. La reducción del 10.6 % de su bosque generó la emisión de 3.8 gigatoneladas métricas de dióxido de carbono. Además, estudios recientes demuestran que la deforestación está afectando seriamente a la biodiversidad, principalmente a los mamíferos.
Mapa: Land use change on threatened biomes in South America and Indonesia, MapBiomas.
En el caso del bioma Pampa, la situación es crítica pues perdió casi la mitad de sus pastizales naturales por cuenta de monocultivos y la selvicultura. Además, en este territorio compartido por Argentina, Uruguay y Brasil, apenas el 0.5 % del bioma hace parte de áreas protegidas. En 20 años este territorio ha perdido 8.5 millones de hectáreas, causando la emisión de 700 toneladas métricas de dióxido de carbono (MtCO2).
El Bosque Atlántico es considerado por los científicos como un “punto caliente” por la gran depredación para pastizales, agricultura, plantaciones forestales y ciudades que realiza el hombre. El bioma tiene 130 millones de hectáreas que van desde la costa atlántica de Brasil hasta el noreste de Argentina y el este de Paraguay. Dentro de este territorio habitan cerca de 148 millones de personas y se encuentran grandes ciudades como Río de Janeiro y Sao Paulo.
El estudio reveló que en 36 años, la Mata Atlántica, como también es conocido, perdió 6.6 millones de hectáreas y generó 3 gigatoneladas métricas de dióxido de carbono. Es decir, perdió el 11.3 % de su territorio que está conformado por vegetación secundaria (la original ya había sido deforestada en un período anterior).
Las causas: agricultura y pastizales
En 20 años de estudio, del 2000 al 2019, los científicos determinaron la pérdida del 4.6 % de la vegetación nativa de América del Sur, es decir, 55 millones de hectáreas. Karen Andrea Huertas, de la Fundación Gaia Amazonas de Colombia, explica que el estudio analiza la reducción del bosque en una línea de tiempo. “Le decimos vegetación nativa cuando el bosque se encontraba muy bien conservado […] Consideramos al bosque secundario y primario como vegetación natural. Creemos que el bosque secundario se estaba regenerando y por eso forma parte de esta clasificación [vegetación nativa]”, precisa.
Campo cultivado con soya en Hopelchén, Campeche. Foto: Eric Vides.
Entre las principales causas de la deforestación en América del Sur están la transformación de los bosques en zonas agrícolas y pastizales. En la región, Brasil es el país que mayor pérdida de vegetación nativa ha registrado con el 81 %. Y es que en su territorio hacen presencia los cinco biomas: Amazonía, Bosque Atlántico, El Cerrado, El Gran Chaco y La Pampa. “Brasil tuvo la mayor pérdida de vegetación nativa pampeana, principalmente debido a la expansión de las plantaciones de soya”, precisa el informe.
La transformación de bosques en campos ganaderos para producir carne de res es otro de los impulsores de la deforestación en la región, sobre todo en Bolivia, Paraguay y Argentina, países en donde se ubica El Gran Chaco.
Sin embargo, también hay pastizales dentro de la Amazonía venezolana. “El uso agropecuario ha hecho que la tierra pierda sus compuestos”, asegura José Sánchez, analista de Sistemas de Información Geográfica (SIG) en el equipo que colabora con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) para el análisis de datos.
Los retos de plantear estrategias para reducir la deforestación
El informe de MapBiomas precisa que El Cerrado ya ha perdido casi la mitad de su extensión original, principalmente para dar paso a pastos y soya. En esa línea, las ONG ambientalistas y comerciantes del mercado minorista internacional, como Wal-Mart y McDonalds, plantearon el Manifiesto de El Cerrado en el 2017, donde impulsaban la moratoria a la soya en Brasil —evitar comprar a los productores que están deforestando la tierra para estos cultivos—. Algo similar ya se había hecho para la Amazonía. Sin embargo, el manifiesto no ha sido aprobado hasta el momento por muchas de las multinacionales comerciantes ni por el gobierno brasileño.
La empresa Cargill, la compañía privada más grande de Estados Unidos y el segundo comerciante de soya más grande de Brasil, se mostró en contra de la propuesta e indicó a Mongabay en su momento (2019) “no apoyamos una moratoria [del Cerrado] que evite a los agricultores ejercer sus derechos territoriales legales. Apoyamos el trabajo con la industria para considerar acciones a corto plazo que apoyen a los agricultores para que sus modos de subsistencia no se vean afectados negativamente mientras la industria en conjunto piensa en cómo ofrecer una solución a largo plazo”.
Plantíos de palma aceitera en Campeche. Foto: Víctor Abreu/CCMSS.
Otro de los cultivos que está provocando deforestación es la palma aceitera, presente en países como Ecuador, Colombia, Perú y Brasil, lugares donde, entre el 2010 y el 2021, se han abierto por lo menos 298 procesos sancionatorios en contra de 170 empresas y personas productoras de este cultivo por el incumplimiento de las normas ambientales y la tala de bosques.
De acuerdo a las proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), la producción mundial de aceite de palma 2022-2023 llegará a las 79.16 millones de toneladas. Esto representaría un incremento del 4,2 % comparado con el periodo 2021-2022, cuando la producción fue de 75.95 millones de toneladas. Además, ya en el 2018 un estudio publicado en la revista Science identificó a los monocultivos como los mayores impulsores de la pérdida de los bosques en el mundo. Entre esos monocultivos se encuentra la palma aceitera.
(De izq. a der.) Nixon Andy, Coordinador de la Guardia Indígena, Alexandra Narváez, lideresa, Victor Quenamá, Presidente de la comunidad A’i Kofán de Sinangoe y Wider Guaramag, Secretario de la comunidad de Sinangoe. Foto: Goldman Environmental Prize.
Un estudio de Forest Trends advierte que los cultivos de soya, palma, café y cacao son implementados en tierras deforestadas. “Vemos que si bien las imágenes satelitales no muestran el tipo de uso de suelo, este se determina por su forma y espesura. En el caso de agricultura sabemos que tienen formas rectangulares uniformes porque son monocultivos […] Colombia es otro de los países con gran pérdida de bosque por agricultura”, explica la ingeniera forestal Karen Huertas.
Otra de las estrategias planteadas para reducir la pérdida de vegetación nativa, sugerida por la plataforma MapBiomas en este informe, es el trabajo de las comunidades indígenas a través de sus guardias, que es un equipo de personas encargadas del monitoreo del territorio con drones y gps, para luego enviar alertas de deforestación.
El informe también resalta la importancia de que el territorio sea protegido y conservado por los pueblos indígenas. En el caso de la Amazonía, 231.9 millones de hectáreas pertenecen a indígenas y de estas solo el 1.2 % (2.9 millones de hectáreas) fueron deforestadas desde 1995; demonstrando que suelen estar más protegidas.
El principal reto que enfrentaron los analistas fue que en muchos países de América del Sur no hay información sobre el uso del suelo de sus territorios. Por ejemplo, el gobierno de Venezuela no tiene datos sobre el uso de suelo en actividades agrícolas, agua o actividades extractivas. Esta situación complica el análisis de los científicos sobre la deforestación anual.
Quemas y vías en medio de la Amazonía. Foto: Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
“En nuestro país no hay información sobre la cantidad de tierras que se usan para cultivos. Un dato importante para determinar la pérdida de bosque era saber cuántas hectáreas existían para cultivos y en cuánto se incrementaron”, anota el biólogo José Sánchez, integrante del equipo de Amazonía de la ONG Provita de Venezuela, que forma parte de la Red MapBiomas.
El análisis de MapBiomas también resalta la importancia de tener más áreas protegidas. “Todos los biomas tienen menos del 20 % de su vegetación nativa protegida, a excepción del bioma Pampa que solo cuenta con el 3 %”, indica el documento.