MONGABAY
Antonio José Paz Cardona
24 febrero 2020
- La babilla (Caiman crocodilus), también conocida como caimán blanco o de anteojos, es considerada una especie de preocupación menor. Sin embargo, un estudio de monitoreo de 17 años muestra un dramático descenso de su población en un sector de la Amazonía ecuatoriana.
- En 1994 se tuvieron 147 registros de este animal y solo 63 en 2011. El monitoreo se realizó en una laguna ubicada en la Reserva de Producción de Fauna Cuyabeno, en el norte de Ecuador. Los científicos creen que las poblaciones actuales pueden estar aún más críticas.
Trabajar con caimanes no es una tarea fácil. Acercarse sigilosamente y sin hacer ruido, calcular el tamaño del animal y en caso de que este no sea tan grande, pasarle la mano alrededor del cuello, puede ser desafiante. También lo es aguantar el forcejeo, las vueltas y los coletazos del animal hasta que el ácido láctico se apodere de los músculos del reptil y lo deje dócil, en un estado que pareciera imposible para un intimidante caimán.
Esa fue la rutina que durante años aplicaron los biólogos ecuatorianos Santiago Ron, Diego Ortiz, Juan Dueñas y Francisco Villamarín para tener datos concluyentes sobre el estado de las poblaciones de babilla o caimán blanco o de anteojos (Caiman crocodilus) en la laguna Mateococha, ubicada dentro de la Reserva de Protección de Fauna Cuyabeno, en el nororiente de la Amazonía de Ecuador. Realizaron un monitoreo durante 17 años (1994-2011), el más prolongado que se ha hecho en el país para poblaciones de caimanes. Sus resultados fueron publicados en la revista Journal of Herpetology.
Según la Lista Roja de la UICN, las poblaciones de babillas en el mundo se consideran estables y la especie figura en la categoría de Preocupación Menor. Sin embargo, los resultados de la investigación sugieren que el número de estos reptiles, por lo menos en el sector, han descendido drásticamente en el período monitoreado. Los científicos sugieren que la cacería ilegal y la pérdida de hábitat son sus principales amenazas. La babilla, al parecer, no es tan resistente a los cambios generados por el humano como se pensaba.
La babilla no es inmune a las presiones humanas
“Usábamos unas canoas muy pequeñas y una vez nos hundimos al subir el caimán. Estuve nadando en el agua con el animal, agarrándole la cabeza, todavía no le habíamos cerrado el hocico. Prácticamente lo tenía amarrado con mi cuerpo. Pude nadar hasta un árbol y afortunadamente el caimán no se movió ni me mordió. Tuve mucha suerte”, recuerda Santiago Ron, biólogo especialista en reptiles y anfibios y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE).
Esta es solo una de las anécdotas de los investigadores ecuatorianos mientras recorrían la laguna Mateococha en las noches. Su objetivo era detectar las babillas que habitaban en el lugar, medirlas y marcarlas. Estos muestreos fueron realizados en 1994, 2004 y 2011. Gracias a ellos hay conclusiones relevantes sobre el estado de las poblaciones de este reptil.
En 1994 registraron 147 animales, en 2004 el número se redujo a 94 y en 2011 las babillas registradas bajaron a 63. Otra de sus conclusiones es que los adultos de gran tamaño, es decir, aquellos que miden entre 1,5 y 2,2 metros, fueron frecuentes en 1994 pero se volvieron escasos en 2004 y 2011.
Que no haya adultos grandes muestra que hay un problema en las poblaciones de la especie. “No tenemos evidencia directa pero este es un dato que nos permite inferir que ha habido cacería”, dice el biólogo Diego Ortiz, quien lideró el estudio.
“Las causas del decline poblacional son desconocidas, pero la evidencia disponible sugiere que la cacería ilegal y degradación de hábitat son probablemente los responsables, a pesar del estado protegido de la Reserva Cuyabeno”, se lee en el artículo.
Una de las primeras hipótesis que tenían los investigadores era que la babilla estaba siendo desplazada por el caimán negro (Melanosuchus niger), una especie amenazada —el estado de sus poblaciones, según la UICN, necesita ser actualizado—. El caimán negro es mucho más grande que la babilla, puede alcanzar hasta 6 metros de longitud y ha recibido gran atención debido al grado de amenaza en el que se encontraba, principalmente por la cacería en las décadas de los sesenta y setenta.
Sin embargo, en los muestreos realizados se comprobó que la población de caimán negro en la laguna fue baja pero estable —5 a 7 individuos— durante los 17 años del estudio; por lo que se descartó que hubiera una competencia directa entre ambas especies. “Ese era otro paradigma, se creía que las especies competían. En lugares de aguas negras, donde hay pocos nutrientes, el caimán blanco [babilla] es el que domina y aunque observamos una disminución poblacional, sigue siendo el dominante. El caimán negro prefiere aguas claras”, asegura Ortiz.
Amenazas: pérdida de hábitat y cacería ilegal
A los expertos les preocupó la dramática disminución de la babilla porque el sitio de monitoreo se encuentra dentro de un área protegida, “por lo que uno asumiría que gracias a ese estatus las poblaciones deberían estar estables o por lo menos no decrecer de la forma tan dramática como lo han hecho en los últimos años”, comenta el biólogo Santiago Ron.
Sin duda, la degradación del hábitat en esta zona de la Reserva Cuyabeno es una realidad. Los investigadores recuerdan que ha sido una zona histórica de derrames de petróleo y eso podría estar afectando a estos caimanes. Diego Ortiz asegura que estos reptiles son grandes depredadores, están en la cima de la cadena trófica, todos los contaminantes llegan a ellos a través de lo que comen y terminan acumulándose en sus tejidos.
En 2016, la revista Environmental Toxicology and Chemistry publicó una revisión de los estudios que analizaban los impactos de la exposición de los reptiles a los hidrocarburos. Los investigadores reconocen que falta trabajo en este campo para conocer con certeza todos los efectos del petróleo en estos animales.
“Viendo los mapas satelitales más recientes, cada vez hay más colonización, no solo en las proximidades de la reserva sino dentro de ella, lo cual es completamente ilegal. La gente se está metiendo ahí, están haciendo fincas, incluso hay una carretera y eso está apenas a 2,5 kilómetros de la laguna donde hicimos los estudios. El impacto humano ahora puede ser mayor que lo que vimos en 2011 y sospechamos que las poblaciones están declinando todavía más”, recalca Ron.
El diario El Universo, en una nota publicada el pasado 2 de febrero sobre la colonización dentro de la reserva Cuyabeno, asegura que la reserva fue establecida en 1979 con una superficie de 254 760 hectáreas (ha) y que por su importancia ecológica, la superficie se amplió a 655 781 ha en 1991. Sin embargo, en 1993 “debido a presiones de colonos campesinos ubicados en la cabecera de la reserva se realizó una desmembración de 52 401 hectáreas”, señala el plan de manejo de esta área protegida. Cuyabeno quedó con 603 380 hectáreas. Adicionalmente, “en 2012 se hizo otra reducción para permitir más asentamientos humanos”, asegura el diario.
La difícil tarea de atrapar caimanes
Llegar a la laguna Mateococha requiere de un gran esfuerzo logístico. “El trabajo era muy difícil. Eran siete horas en carro desde Quito y luego cuatro más en canoa hasta llegar a la base donde nos quedábamos a dormir”, recuerda Diego Ortiz.
Durante los 17 años del estudio les pasó de todo. Ortiz recuerda que una vez les robaron la canoa y que muchas veces, en plena faena nocturna, se les acabaron las baterías de las linternas.
“Nunca había hecho un trabajo tan difícil como este. No teníamos un motor fuera de borda y toda la movilización se hacía a remo. Salíamos a las 5 de la tarde de la estación donde nos quedábamos a dormir y teníamos que remar un par de horas hasta llegar a la laguna. El muestreo empezaba a las 7 de la noche”, comenta Ron.
La metodología era sencilla. Debían darle una vuelta completa a la laguna y registrar todas las babillas que aparecían durante el recorrido. Muchas se lograban capturar, medir y marcar, pero otras huían antes de que los biólogos se acercaran. Sin embargo, si las linternas detectaban los brillantes ojos de las babillas, estas eran contadas en el muestreo, sin importar que no fueran atrapadas.
En caso de que el caimán midiera menos de 1 metro lo atrapaban con las manos, si era más grande utilizaban un lazo de acero que pasaban alrededor del cuello del animal. “Daban un poco de batalla, pero cuando se cansaban los podíamos manipular, cerrarles la boca y subirlos a la canoa”, cuenta Ortiz.
Ya en el bote lo primero que hacían los investigadores era tomarles medidas de la cabeza; desde el hocico hasta la cloaca, y su longitud total —desde el hocico hasta la punta de la cola—. Posteriormente se identificaba el sexo, los marcaban y, finalmente, los soltaban en el mismo lugar donde los habían atrapado.
De acuerdo con Ron y Ortiz, por su longevidad y porque están en la cima de la cadena trófica, los caimanes son muy buenos indicadores de lo que pasa en un ecosistema. Alcanzan la madurez sexual entre los 4 y los 6 años y en condiciones ideales “podrían vivir 50 o 60 años”, afirma Ortiz.
Reptiles como la babilla, conocido también como caimán blanco o de anteojos, tienen muchas funciones dentro de los ecosistemas: regulan las poblaciones de sus presas, participan en el reciclaje de nutrientes y si bien son animales muy acuáticos, también generan muchas interacciones con la parte terrestre. Las hembras pueden anidar en la selva, incluso alejadas hasta 100 metros de las fuentes de agua.
Que la babilla sea una especie de Preocupación Menor puede ser un arma de doble filo para su conservación. En 2004 los científicos solo recapturaron tres babillas de las que habían marcado en 1994, pero en 2011 no recapturaron un solo animal que hubiera sido marcado en 1994 o 2004. “Este fue otro indicador de que algo estaba pasando. Hay un problema en el reclutamiento, es decir, el momento en que los caimanes juveniles pasan a la población adulta y empiezan a contribuir con la reproducción”, dice Ortiz.
Para Santiago Ron, la idea de que las babillas son muy resistentes a los cambios ambientales inducidos por el ser humano es algo que “quizás descansa en evidencia que es un poco circunstancial y tenue en algunos casos”.
El experto asegura que son animales que dependen de que haya peces, insectos, aves y mamíferos en el ecosistema y “es evidente que cuando hay colonización, destrucción de los bosques y contaminación del agua, eso los afecta. Me parece difícil pensar que estos caimanes sean tan resistentes al deterioro del hábitat producido por el ser humano”, enfatiza.
Los investigadores ecuatorianos desean regresar a la zona. Están a la espera de recibir financiación. Estudios como el que hicieron, y del que acaban de publicar resultados, son escasos en la Amazonía. “Sería muy interesante que partir de ese trabajo, en el cual por primera vez se observa este tipo de declinación en la especie, se puedan hacer estudios más estandarizados, rigurosos y a largo plazo en otros países de Latinoamérica. Solo así sabremos si en realidad las poblaciones de este caimán están tan bien como se ha pensado. Es algo que hay que corroborar”, concluye Ron.
REFERENCIA
Ortiz, D. A., Dueñas, J. F., Villamarín, F., & Ron, S. R. (2020). Long-Term Monitoring Reveals Population Decline of Spectacled Caimans (Caiman crocodilus) at a Black-Water Lake in Ecuadorian Amazon. Journal of Herpetology, 54(1), 31-38.