Vistazo
11 de noviembre, 2021
«Ainik ati» («Basta», en lengua achuar) es lo que más de 600.000 indígenas de la Amazonia ecuatoriana y peruana dicen a las gigantes petroleras que destrozan su hábitat, al tiempo que proponen sustituir la extracción de crudo, la tala de madera y la minería por actividades sostenibles.
Una delegación de representantes de pueblos originarios de las Cuencas Sagradas del Amazonas de Ecuador y Perú presentan en la cumbre del clima COP26 un ambicioso y exhaustivo plan para «eliminar las actividades extractivas» en favor de iniciativas de «ecoturismo y emprendimiento sustentable», explica a Efe uno de los líderes, Domingo Peas.
Mientras en Glasgow tratan de forjar alianzas internacionales para su causa, en su tierra ancestral luchan frente a las grandes petroleras como Repsol, Sinopec, Pluspetrol, Perenco, Petrotal y Frontera Energy, que «contaminan» su entorno y «destruyen» su modo de vida.
EL PETRÓLEO, BAJO TIERRA
Los nueve países que aglutina la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica) «tienen una gran amenaza de petroleras, mineras, madereras, carreteras incluso, y energías hidroeléctricas», afirma López.
«A pesar de que nosotros lo hemos dicho ya, siguen dando concesiones. El Gobierno habla bonito pero no cumple, por eso estamos aquí, para hacer aliados, para llegar a la humanidad, crear conciencia, porque sabemos que para la transición ecológica tendremos que hacer primero una transición (en la mentalidad) humana», manifiesta.
Ante los estragos de esta actividad económica, que desnuda los bosques privando de alimento y contamina los ríos provocando enfermedades, los pueblos indígenas se han unido para hacer frente común.
«Tenemos que sentarnos, establecer la unidad, escucharnos entre todos, sin mirar ni colores, como lo llamo yo, el Gobierno, la sociedad civil, indígenas, no indígenas, mujeres, crear un nuevo camino. Porque por el camino que vamos estamos para el fracaso», declara.
En un evento sobre la protección de bosques durante la cumbre de la ONU, Peas expone el «Plan biorregional 2030», elaborado por 30 nacionalidades indígenas, que representan 35 millones de hectáreas amazónicas, en colaboración con organizaciones no gubernamentales, abogados y otros expertos.
Este plan ya lo han presentado a los Gobiernos de Quito y Lima, cuyos ministros de Medioambiente «se han mostrado receptivos», aunque López lamenta que se planteen proteger solo un 30 % de su zona para 2030 en lugar de, como ellos proponen, al menos un 80 % en 2025.
En su propuesta «está todo: energías limpias, economía sostenible, economía regenerativa y postpetrolera, para olvidar ya el petróleo, dejarlo bajo tierra», detalla.
«Hemos de crear nuevos programas pero protegiendo la selva, la madre naturaleza. También se debe reducir la ambición, porque muchos quieren tener muchas cosas, triplicar la ganancia, y ahí se rompe el equilibrio», reflexiona.
«En los famosos desarrollados del mundo económico, no saben el rol del trabajo en la Amazonía. Están concentrados en lo material, petróleo, oro y madera, y están desconectados del mundo espiritual. Por eso queremos educar, para que se dé valor e importancia a la vida espiritual», señala el dirigente indígena.
AYUDA DE LAS ENTIDADES FINANCIERAS
Belén Sáez, coautora del plan biorregional, reconoce que los Gobiernos dependientes del petróleo necesitan esos ingresos, por eso ellos proponen que los Estados negocien canje de deuda por acciones climáticas bien con otros países acreedores o con instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
También subraya que es importante que Ecuador y Perú inviertan en «cubrir las necesidades insatisfechas» de los pueblos originarios, que custodian los pulmones del planeta.
Las tribus de las Cuencas Sagradas sufren falta de servicios básicos, como colegios, transporte o atención sanitaria de emergencia, y ven cómo los jóvenes marchan a la ciudad en busca de oportunidades.
Pese a todo, colectivos como la nación Zápara, de dónde procede el marido de Sáez, se esfuerzan por conservar sus ritos y tradiciones, y han creado «escuelas de saberes» para difundir «su cultura de los sueños».
«Cuando van de cacería, cuando van a pescar, a sus cultivos, ellos piden permiso, están conectados, profundamente ligados a la cultura de los sueños, que es la que les permite cada mañana si hacen o no tal o cual actividad», explica a Efe.
«Hay que apostar mucho para resolver las necesidades básicas, de modo que este gran patrimonio mundial, que es el entendimiento de la naturaleza por parte de los pueblos indígenas, se mantenga no solo para ellos, sino para el mundo entero», afirmó.