Primer caso de covid-19 entre indígenas de Venezuela en Brasil, una ventana para contar cómo viven los warao en Manaus

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Revista SIC

Minerva Vitti Rodríguez

15 de Abril de 2020

 

Una niña de dos meses es el primer caso de covid-19 entre indígenas warao en Manaus, Brasil. José Lisardo Moraleda, maestro warao, originario de Nabasanuka, nos cuenta las pésimas condiciones sanitarias en que viven en los albergues en Brasil. Aunado a esto los indígenas venezolanos no tienen suficientes alimentos para cumplir con el aislamiento preventivo y deben salir a las calles a pedir dinero. A pesar de que los migrantes warao se han establecido en refugios en Brasil, algunos de ellos, después de un tiempo, regresan al delta del Orinoco, en Venezuela, lo cual constituye un riesgo epidemiológico que debe ser tomado en cuenta por las autoridades de ambos países.

La mañana del martes José Lizardo Moraleda estaba muy inquieto. Le habían dicho que una bebé warao de dos meses, que vivía en el mismo albergue para indígenas donde él se encuentra, estaba contagiada con covid-19. El cacique principal también se lo había comentado. Hace dos semanas la bebé, junto a sus padres, y otras familias (en total 157 personas) fueron trasladados a otro refugio debido al colapso de los servicios del albergue Alfredo Nascimento. En medio de la reubicación, las autoridades detectaron que la niña tenía síntomas de resfriado. Por eso cuando la noche del martes 14 de abril de 2020, José se enteró que el caso había dado positivo se preocupó aún más. «Tengo un poco de miedo, no lo esperaba, es momento de unir fuerzas para contrarrestar esto”, dice este indígena warao y maestro, que migró desde Venezuela hasta Manaus, en septiembre de 2019, por la emergencia humanitaria compleja que atraviesa su país. Ahora, José está en medio del foco de la pandemia de covid-19.

Manaus, capital del estado de Amazonas, tiene el mayor número de casos positivos de covid-19 de toda la Amazonía. Solo en esta ciudad se concentra el 30 % de las muertes, entre estas se contabilizan cuatro indígenas, muchos son de otras ciudades del interior del estado. Todas las personas vienen a Manaus para ser atendidas, por lo que el sistema de salud está colapsado.

Amazonas registra más de 1.484 casos de coronavirus y ya tiene 90 muertes por la enfermedad. Hasta la fecha este estado tiene siete casos de pueblos indígenas con la enfermedad, la mayoría de ellos en la región de Alto Solimões, en el suroeste de Amazonas. Este sería el primer caso positivo de un indígena de Venezuela.

“Esa niña estaba durmiendo aquí en el bloque 1 donde yo estoy viviendo. Al escuchar esto se me parte el corazón y me preocupa. Ni que Dios lo quiera eso llegue a mi familia o a mi persona. Es una preocupación grande para mí, saber lo que hemos visto en las noticias que se han muerto las personas, es un dolor”, comenta el maestro indígena.

La bebé, que también tiene un cuadro de desnutrición, fue llevada a principios de abril al Hospital de Niños, aún como un caso sospechoso. Allí permaneció hospitalizada desde el 2 de abril, pero el caso se confirmó el 13 de abril cuando fue trasladada al Hospital Delphina Aziz, referencia de tratamiento de covid-19 en el estado. Debido a la demora de 11 días en el diagnóstico, la Secretaria Municipal de Asistencia Social (Semasc) aún no ha determinado si la niña se contagió en el albergue de Alfredo Nascimento o en el primer hospital [1].

José cuenta que los padres de la niña migraron desde la comunidad fluvial de Mariusa, en el estado Delta Amacuro, y llegaron a Manaus en octubre de 2019.  Comparte que estos momentos la niña se encuentra estable y está acompañada por su madre. El papá está aislado en el nuevo refugio (un centro deportivo adaptado). «Hoy miércoles (15 de abril) las autoridades sanitarias van a examinar a todas las personas que viven en el albergue Alfredo Nascimento y que van a realizar una limpieza general. Por ahora la gente está calmada, no sienten miedo, algunos lo toman como juego pero es algo preocupante. Es algo peligroso y ese virus es altamente contagioso y no tiene tratamiento, eso es lo más delicado, eso es lo que veo”.

Actualmente, se estima que hay alrededor de 4.000 indígenas warao, repartidos en varias ciudades de ese país, incluidas Belém, Ribeirão Preto, Campinas, Fortaleza, Río Branco (AC) e Imperatriz (MA). Los indígenas venezolanos se consideran en riesgo debido a la mala salud. Solo en 2019, murieron ocho en Manaus, con enfermedades respiratorias y desnutrición. Por precaución, todos los waraos fueron vacunados contra la gripe A(H1N1)[3].

 

Las condiciones del albergue municipal para indígenas en el barrio Alfredo Nascimento

José vive en el albergue municipal, ubicado en el barrio Alfredo Nascimento, que está formado por cinco bloques donde habitan aproximadamente 537 indígenas warao (120 familias). El espacio es pagado por el ayuntamiento de Manaus. Desde hace dos semanas los comenzaron a trasladar a otros lugares como medida de prevención por la pandemia de covid-19. El albergue no cuenta con las condiciones sanitarias adecuadas. Uno de los principales problemas es la falta de agua. La mayoría de los warao deben dirigirse al bloque 1, que es donde surten más, y recoger el agua en tobos que llenan con una manguera.

Primero desalojaron a las personas del bloque 4. El pozo séptico estaba colapsado y un olor muy fuerte impregnaba el lugar. Ahora estos indígenas viven en una cancha techada de un colegio. El martes 14 de abril desalojaron a los habitantes del bloque 3. La promesa es que durante esta semana y la próxima seguirán ubicando a la gente en otros lugares.

Sobre el covid-19, José comenta: “Yo estaba muy atento a lo que pasaba en China, yo decía que muy pronto iba a llegar aquí y así fue. Las autoridades sanitarias del abrigo tomaron algunas medidas para prevenir: hubo charlas, encuentros, diálogos en cuanto a eso, más que todo prevención. Por medio de Adra, Unicef, Instituto Manak se donaron kits de higiene a cada familia. Pero hay algo importante, falta la mascarilla, la mayoría no usa mascarilla y tampoco cuenta con gel, ni alcohol, creo que esa es una de las cosas primordiales, una medida básica para no pegar ese virus que anda rondando por aquí, esa es una de las cosas preocupantes”.

Pese a que los warao se han establecido en refugios en Brasil, algunos de ellos, después de un tiempo, regresan al delta del Orinoco, en Venezuela, lo cual representa un riesgo epidemiológico. En este sentido, resulta importante que las autoridades locales en Venezuela acondicionen los hospitales y ambulatorios y hagan las pruebas correspondientes para descartar posibles casos positivos.

Indígenas venezolanos viven en condiciones precarias en albergue de Manaus. Foto reproducción de Fohla de S.Paulo.

 

“Si nosotros nos quedamos aquí cumpliendo con la cuarentena nos morimos de hambre”

José dice que agradecen a las autoridades de Manaus el esfuerzo que han hecho por ellos, pero que los waraos no están bien. Las autoridades solo les dan un combo de comida al mes que no les alcanza para todos los miembros de la familia y no está acompañado de ninguna proteína (pollo, carne o pescado).

Algunas veces los warao consiguen trabajos de tres días o una semana. Dentro de los oficios están: ayudante pedrero para hacer mezcla en las construcciones, pintar casas, limpiar cercas, cortar el monte. Antes del coronavirus José estaba trabajando en una construcción, su trabajo era cortar hierros con una máquina, lijarlos y pintarlos, también aprendió a soldar.

Pero la realidad es que la mayoría de los warao no tiene trabajo y debe salir a las calles a pedir dinero para poder vivir y dar de comer a sus hijos: “Sabemos que nosotros venimos de lo que está pasando en Venezuela. Hay muchos warao que vinieron para acá a Brasil. Están en Pacaraima, Boa Vista, Manaus, Belen, Marayón, Porto Velho. ¿Cómo es la manera de vivir del warao? Yo veo que el warao está sobreviviendo, ellos vinieron buscando una manera de vivir bien pero no es así. La plena seguridad es que si las personas que están durmiendo aquí no salen para la calle a pedir real no comen”, asegura José.

Este problema estructural, que tiene que ver con que no existen programas de inserción desde el trabajo para los migrantes indígenas, se ha potenciado aún más en medio de la pandemia y ha hecho que la mayoría de los indígenas no cumpla con el aislamiento recomendando para no contagiarse con el covid-19. José lo cuenta así: “Aun estando en cuarentena, yo tengo que salir. No tengo comida. No tengo cómo dar de comer a mis hijos. Yo de verdad me estoy arriesgando para pedir en la calle. Yo pido aunque da vergüenza, da pena, pero gracias a Dios hay más personas buenas que malas. Nosotros salimos con un escrito en un papel bond en portugués. Nos paramos en las calles, en los semáforos, salimos. Esa es una de las cosas que hemos conversado con la autoridades pero no nos han parado. Nosotros queremos estar en cuarentena siempre y cuando cumplan las peticiones que estamos haciendo. Para no salir a la calle, ni pedir dinero y cumplir con la cuarentena nosotros necesitamos comida bien resuelta. Yo vi en un video en el abrigo de Belen cómo llegaba comida, daban carne, pollo, pescado y aquí ¿no pueden hacer lo mismo?, esa es la pregunta que yo me hago. Si nosotros nos quedamos aquí cumpliendo con la cuarentena nos morimos de hambre. Ese es el gran problema de ahorita en este momento. Si te digo la verdad, la mayoría de las personas que están viviendo aquí no estamos cumpliendo con la cuarentena”.

Cartel que utiliza José para pedir dinero en las calles de Manaus. Foto cortesía de José Lizardo Moraleda.

 

Trabajando y estudiando aprendemos más el idioma

En cuanto a la educación, José, quien también es maestro, dice que luego de conversaciones, diálogos y acuerdos muchas familias han inscrito a sus hijos en escuela formal. También cuentan con la ayuda de Unicef, que tienen un programa que se llama “Súper panas”, donde están contratados cuatro maestros warao para atender a los niños en el abrigo.

Sobre el idioma dice que de todas las personas que llegaron hace cuatro años, solo dos o cuatro dominan el portugués brasilero. Él tuvo la suerte de inscribirse en un curso de portugués para extranjeros, que estaban realizando los jesuitas, justo el día después de llegar a Manaus: “De esos cuarenta y cinco días de curso, más el trabajo en la calle, yo entiendo claro y hablo también un poco. Por lo menos el 90 % del idioma. Aprendemos más trabajando. Nosotros los warao le decimos a los brasileros “rapaz”, que viene siendo como mi amigo, mi hermano, mi conocido, mi compañero. Ellos nos dicen “rapaz” a nosotros y nosotros le decimos a ellos “rapaz”. A las mujeres le dicen “mosa”. “Macarrão” es espagueti. “Peixe” es el pescado. “Frango” es pollo. Hablo el portugués y esa es una de las cosas positivas que hemos vivido aquí en Manaus”.

 

En primera persona: De Nabasanuka a Manaus

José Lisardo Moraleda es de la comunidad de Nabasanuka, ubicada en el municipio Antonio Díaz, del estado Delta Amacuro. Tiene 34 años de edad y llegó a Manaus junto a su esposa y sus dos hijos de 10 y 8 años.

Cuando las personas, que han acompañado a los warao en los caños del delta del Orinoco, escuchan el apellido Moraleda siempre quedan sorprendidos, porque es una de las familias fundadoras y referentes de la cultura warao. José es  hijo del actual comisario de Nabasanuka, Enrique Moraleda. Nos comparte su historia en primera persona:

“Yo soy profesor, licenciado en educación, trabajé seis años en educación primaria, desde el año 2013 ingresé a la educación media y general. Hasta ahora yo estaba trabajando allí en el liceo de Nabasanuka. Uno de los motivos que decidí salirme de mi propio hábitat es por la situación yo veo que los niños lloraban de hambre. Yo tengo videos y fotos de los niños llorando de hambre, no tenían comida, los estudiantes no tenían útiles escolares, ropa, zapatos. Yo venía más que todo para hacer ese pequeño trabajo, porque queríamos que nuestras voces salieran, que se enteraran de lo que está pasando en Venezuela, más que todo de los warao, la situación allá en los caños y nadie nos tomaba en cuenta y el gobierno no veía que eso era verdad.

Muchas personas habíamos hecho un trabajo de reclamar nuestros derechos pero no se pudo. De alguna u otra forma yo estoy aquí para eso. Yo me vine por unos días, para dos semanas, no iba a pasar tanto tiempo aquí, pero ya llevo seis meses. Eso es lo que está pasando. Muchas cosas están pasando, muchas irregularidades allá en los caños, la gente come sin sal. De verdad sino estuviera el ocumo, el pan diario de los warao, si la gente no sembrara, la gente ya estuvieran muriendo de hambre.

No hace mucho tiempo me comuniqué con mi familia de allá y la situación está muy caótica, demasiado caótica, es algo preocupante. Nosotros estamos viviendo aquí de una forma y allá es otra forma que nos preocupa y nos duele lo que está pasando. No sé a quién les vamos a echar la culpa, al gobierno, a los mismos warao, porque de verdad allá no se consigue nada. Uno no consigue lo básico: jabón para lavar ropa, pasta de dientes, desodorante, no tienen. Comen sin sal. Es una cosa que no puede faltar en una mesa. ¿Cómo es posible lo que estamos viviendo? Es la realidad pues, la gente está comiendo sin sal.

A pesar de la situación que están confrontando mis hermanos allá en Nabasanuka, ellos están haciendo esfuerzos, tienen voluntad, tienen ganas de trabajar pero no hay lo que son las herramientas: el hacha, el machete. Nosotros los warao tenemos terreno, tenemos voluntad, tenemos ganas de superar pero no tenemos las herramientas de trabajo, eso ya se acabó, si las consigues es con dólares, moneda extrajera y de dónde vamos a conseguir moneda extranjera que es el dólar, el sueldo mínimo no da, no alcanza, por ese motivo me decidí venir para acá, arriesgando mi trabajo, trece años como docente, me arriesgué y estoy aquí pues, y muchas personas han venido aquí por ese motivo”.

Tomado de: https://revistasic.gumilla.org/2020/primer-caso-de-covid-19-entre-indigenas-de-venezuela-en-brasil-una-ventana-para-contar-como-viven-los-warao-en-manaus/